No faltaba mucho para ver los dibujos de Orión, mi imaginación alcanzaba a ver y sentir los colores y texturas de los mismos. Los encuentros de Véronique con Orión, me retrotrajeron a mis primeros días en la escuela y a las tantas veces que uno debe hacerse de paciencia y preguntarse hasta que punto en la docencia no todo está perdido. En este precioso libro; “El niño azul” la historia se asemeja a la de muchos maestros que día a día viven con los chicos; episodios de confusión, furia, ternura y apego. Sentimientos que los maestros más de una vez no sabemos resolver y el convivir con ellos nos quita horas de sueño. El apego en demasía de Véronique con Orion me transporto a mis días de maestra de música en los inicios de los años noventa. Mi experiencia como docente recién comenzaba a formarse. Entre los alumnos de la escuela en la que trabaja se particularizaba un pequeño grupo de chicos, los cuales me hicieron sentir que mis clases de música no bastaban para hacerlos mucho más felices.
Han pasado muchos años de esos tiempos, pero aún me pregunto ¿cómo no llegar a compenetrarse demasiado con los alumnos? ¿Hasta qué punto está bien o mal? He aprendido bastante…creo.
La novela “El niño azul” avivó esos sentimientos que tenía escondidos y los había olvidado. Un libro que sacudió exquisitas sensaciones y sentimientos. Lo tengo guardado como un tesoro.
Fabiana Márquez