sábado, 23 de octubre de 2010

Cartografía de una escuela "Modelo"




  Actualmente, en lo que refiere a la  educación las transformaciones producidas  se convirtieron en lo que hace a nuestras subjetividades disciplinariamente constituidas a una destitución general respecto de aquel contexto y de aquella lógica en las instituciones de encierro como la escuela hoy devenidas en galpones, según la imagen de Ignacio Lewkowicz. Esta  destitución implica, un estado de desorientación general del conjunto de nuestras percepciones y requiere ser pensada a los efectos de adquirir una conciencia mayor respecto de las operaciones que efectivamente producen subjetividad en la actualidad.  Las marcas producidas por las escuelas normalistas, todavía siguen vigente en las escuelas de este tipo como una impronta sin replantear su función  y cuál es el papel que cumple la escuela en la actualidad. Esta  escuela “Empresa” refleja los miramientos de una escuela que se presenta como novedosa, asumiendo la dinámica del mercado y se adapta a sus requisitos como la competitividad  y la gestión individual del riesgo.  En esta escuela no hay una conexión lógica, no hay articulación, no hay una representación institucional compartida.  El pasaje del Estado  al mercado conlleva al derrumbe del suelo donde se apoyaban las instituciones disciplinarias, huérfanas del Estado Nación las instituciones también se ven afectadas entre sí, sin la regulación del mismo las funciones que ejercen  se ven desmoronadas.  La escuela “Modelo” se desenvuelve en un contexto socio económico de nivel medio, ubicada en el casco céntrico de la Ciudad.  A lo largo del tiempo se presenta en el imaginario social; como la escuela donde surgen “novedosos proyectos” a los cuales las demás instituciones escolares anhelan llegar… La escuela no permite ni sostiene “el  equivocarse”, esta escuela “vidriera” tiene que mantener  la  buena imagen para ser comercializada en el mercado.
Los mecanismos de control ejercidos por esta escuela Modelo; podemos analizarlos desde la mirada de Foucault en la “Vigilancia Jerárquica” donde el ejercicio de poder se asienta  en la mirada, es decir en técnicas que permiten ver ( miradas sin ser vistas)  funciona como un poder anónimo , automático y múltiple.
Repensar a la educación y el papel que cumple la escuela  nos lleva a reflexionar  al espacio educativo como un lugar no para decir lo que debemos hacer, sino para ofrecer o programar un cómo hacerlo,  dibujando nuevos trazos de aquello que es posible hacer en y desde él, formando parte de una nueva configuración cultural, buscando otra mirada a construir sobre el espacio educativo.

 El intento  de activar un nuevo lugar nos conduce a la “invención” siendo posible flexibilizar las normas, pero sin cambiarlas, no dejar de pensar en “el problema” sino implicarnos de lleno en la problemática, por ende involucrarnos en el mismo.  Estar implicados en el problema es la apertura a la experimentación de nuevas formas de lazos sociales.
Deleuze, nos habla del “agenciamiento” de las nuevas   instituciones que es; estar en el medio, en la línea de encuentro de un mundo interior con un mundo exterior, esto  pone en juego en nosotros  y fuera de nosotros las multiplicidades de encuentros y desencuentros.
Las relaciones de poder se dan en un  autoritarismo encubierto. Sennet nos ayuda a pensar que las nuevas formas de control y dominación están basadas en lo que se  llama poder sin autoridad, resumiendo la palabra gestión. El control hoy es gestión. Un verdadero coordinador evita la confrontación y el conflicto. Se ejerce el poder, pero la autoridad está ausente o sea “tiene autoridad aquel que asume la responsabilidad  por el poder que ejerce”. Rescatar el trabajo en equipo sin que las jerarquías operen estrictamente, no solo estar en la escuela sino habitar la misma, compartiendo, debatiendo creciendo juntos donde lo ideal deja de convertirse en una aferrada búsqueda.
La incorporación y el diálogo con el otro, son fundamentales para la producción de conocimientos, implicando la necesidad de una escucha atenta a los diversos grupos que se  pretende enseñar.


El poder de la acción “estar a la escuela” rompe con nuestra quietud cuando parece que agotamos todas posibilidades, la escucha constituye nuestra singularidad sensible. Pensar a la escuela como un encuentro con la capacidad de afectación un encuentro que se torna productivo al generar una serie de operaciones  habilitando a la multiplicación de las posibilidades existentes exigiendo un esfuerzo de pensamiento con “lo que hay”. Esta capacidad de afectación a la que queremos llegar nos lleva admitir nuestra vulnerabilidad sin renunciar a la responsabilidad, convocándonos a pensar juntos en torno a un problema compartido.
La gestión  como palabra nos traslada a un direccionamiento; estableciendo un camino, una orientación, creando condiciones para el mejor hacer colectivo institucional, desarrollando las  competencias en los distintos actores. Reconstruir el lugar de la palabra, no cualquier palabra sino aquella que hace sentido en los otros, escuchando más allá de oír.
 El desafío se presenta en la construcción  de inventar  entre todos  los nuevos  modos de hacer escuela, concibiendo otras maneras de intercambios, encontrando formas “más allá de la escuela” reinventándonos y librándonos a las nuevas maneras de  habitar las escuelas.

                                                                                                                             Fabiana Márquez

jueves, 16 de septiembre de 2010

Mi experiencia en la Escuela del Tríptico.

“También es necesaria la imaginación  para creer que el mundo puede continuar y hacerse más humano”    
Gianni Rodari
Dibujos: Caren Hischier



Concepto de escuela: se denomina escuela a cada uno de los centros de enseñanza  donde de manera formal, se imparte una currícula. En sentido más amplio todo aquello que brinda enseñanza  buena o mala puede llamarse escuela.
Concepto: ¿qué es un concepto? ¿Puedo separarlo o asociarlo a un objeto? ¿Aquí aparece también la metáfora y metonimia?
Mi transito por la escuela del Tríptico, cambió mi vida…literalmente, no quiero sonar melodramática, pero las experiencias que vivo en la escuela, hicieron  replantearme, preguntarme ¿qué pasó con mi imaginación? “¿Puedo imaginar la distancia como aurora?...”
Mi cuerpo adormecido  revivió las sensaciones que quedaron atrapadas en mi niñez, mi cuerpo se animó de nuevo a jugar, tomé conciencia de  la dimensión espacial, de construir e imaginar cómo vivo verbo de la creación. El juego, inquieto y vivaz se exteriorizó como un movimiento de construcción de sentidos. Mi cuerpo tomó conciencia del espacio que antes mis ojos no podían ver y  mis sentidos estaban aletargados… En el proceso creativo de  las metáforas las sensaciones  nacieron como el puente  sólo para llegar a la creación más pura. El juego intrépido,  se convirtió en el  impulso que nos movilizó  ayudando a surgir el sentido de lo poético.




Dibujos: Caren Hischier
Rencontrarse con la niñez, jugar a ser niños, una sensación plena, sentirse  contento, feliz. Jugar compartiendo con el otro, entregándome sin reparos porque en ese momento me siento identificado, shoqueado y sensibilizado por ese “otro”  Encontrarse con el niño que vive dentro nuestro y, si alguna vez mi niñez tuvo faces tristes, en este espacio (Escuela Tríptico) solo vivo momentos alegres, fuertes y  emocionantes.”   (Escrito en la terminal de Rosario, un sábado volviendo de la escuela).
El juego tiene el poder de la socialización, del dar sentidos a las cosas. Hablamos de sentido y no de significados de las cosas, el sentido  como conector donde se aprende, conoce y comunica con el otro, con la naturaleza y la cultura.
Los lenguajes se mezclan dibujando nuevos modos de sentir, en donde lo objetual, lo  sonoro nos lleva a hacia un terreno en el que las emociones dirigen plenamente nuestro ser .Los procesos constructores de creatividad  llevan un tiempo, una acción y operación, la magia está en la selección y en cómo usar los materiales adecuados en las múltiples operaciones puestas en acción, alcanzándose así la abstracción de la  manera  más pura.
El poder de los objetos…
Objetos que se presentan como recuerdos, como sensaciones a través de la potencia del detalle que un objeto nos da. El objeto se presenta como el gran mediador



Tríptico: son las materialidades, texturas, espacios, personas: cuerpo y mente en juego…
El jardín: es el gran salto a la imaginación y la experiencia más soñada…


Jardín de los Niños


Jardín de los Niños



La granja: un paseo urbano, la mixtura  entre el cuerpo, los animales,  los sabores, resonando la idea de sociedad junto a la naturaleza…
Granja de la Infancia.



































La isla: fábrica,  y confecciones de objetos, la ciencia poética…


La Isla de los Inventos

La escuela rompe con los conceptos tradicionales y formales  homenajeando a la imaginación transformándose  en la “Poética del espacio”, un lugar donde no sólo los niños tienen la capacidad de crear, innovar, jugar y soñar, sino también tanto  “ nosotros”  como  “yo”  vamos construyendo  saberes que se fijarán como improntas en nuestro ser.

                                                                                                                                                                                                                                     Fabiana Márquez


miércoles, 4 de agosto de 2010

viernes, 30 de julio de 2010

"Ayer y hoy"




     No faltaba mucho para ver los dibujos de Orión, mi imaginación alcanzaba a ver y sentir los colores y texturas de los mismos. Los encuentros de Véronique con Orión,  me retrotrajeron a mis primeros días en la escuela y a las tantas veces que uno  debe hacerse de paciencia y preguntarse hasta que  punto en la docencia no todo está  perdido.  En este precioso libro; “El niño azul” la historia se asemeja a la de  muchos maestros  que  día a día viven con los chicos; episodios de confusión, furia, ternura y apego.  Sentimientos que  los maestros más de una vez no sabemos  resolver y el convivir con ellos nos quita horas de sueño. El  apego en demasía de Véronique con Orion me transporto a mis días de maestra de música en los inicios de los años noventa. Mi experiencia como docente recién comenzaba a formarse. Entre los alumnos de la escuela en la que trabaja se particularizaba un pequeño grupo de chicos,  los cuales  me hicieron  sentir que mis clases de música no bastaban para hacerlos mucho más felices.
 Niños llenos de necesidades, no sólo en lo material, sino sobre todo en lo afectivo, impactaron fuertemente en mis propios sentimientos, me resulto imposible dejar las cosas como estaban, quedarme acotada solo a mi rol de docente; fue en ese momento, en ese preciso momento, en el que el malestar que me provocaba esa situación se transformo en el motor de una solución, sé que no fue la optima sentía que  una mano había que tenderles. Cuando estos chicos salían de la escuela los invitaba a tomar la leche a mi casa; mi mamá nos esperaba con la mesa puesta, leche con chocolate y masitas. La merienda siempre se extendía largo rato por nuestras  agradables charlas y momentos de risa. La alegría de los chicos no la he olvido jamás y aún persiste en mí. No venían solo ellos sino que unos tres perros los acompañaban y resguardaban su regreso.
              Han pasado muchos años de esos tiempos,  pero aún me pregunto ¿cómo no llegar a compenetrarse demasiado con los alumnos? ¿Hasta qué punto está bien o mal? He aprendido bastante…creo.
              La novela “El niño azul” avivó esos sentimientos que tenía escondidos y los había olvidado. Un libro que sacudió exquisitas sensaciones y  sentimientos. Lo tengo guardado como un tesoro.
                                                                                                                          
                                                                   Fabiana Márquez